Un sistema alimentario a la altura del siglo XXI

Las innovaciones tecnológicas y científicas esperan aumentar la producción agrícola, a la vez que disminuyen los costes medioambientales.

Han pasado más de 200 años desde que Thomas Malthus predijo que el crecimiento de población sería mayor que el suministro de alimentos. Esta teoría aún no se ha hecho realidad. Sin embargo, mientras que la población mundial se dispara y el consumo aumenta entre una creciente clase media, se está cuestionando nuestra capacidad de alimentar al mundo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que la producción debe elevarse al menos un 50 % de aquí a 2050 para satisfacer nuestro apetito. La mayor parte de la tierra disponible para agricultura ya está siendo cultivada, por lo que el aumento debe proceder principalmente de rendimientos más elevados de los cultivos. Dado que las poblaciones rurales se están urbanizando rápidamente, la producción cuenta con menos manos. Y a medida que aumentan los impactos del cambio climático, la demanda debe satisfacerse sin ejercer una carga irreparable sobre el planeta.

«Aumentar la productividad agrícola de una forma más eficiente es crucial para satisfacer las necesidades de nuestro planeta a largo plazo», asegura Dan Burdett, director mundial de agricultura digital en la agroempresa mundial Syngenta. Actualmente, la agricultura es el origen de más del 20 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y de casi tres cuartas partes de la extracción de agua dulce de recursos como lagos o acuíferos subterráneas.

«La prioridad debe ser aplicar técnicas que sean sostenibles y que nos permitan producir más con menos», coincide Lorenzo Giovanni Bellù, jefe del Equipo de Estudios de Perspectivas Mundiales de la FAO. «Debemos adoptar procesos productivos que contribuyan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero».

Las innovaciones digitales y de bioingeniería ofrecen soluciones potenciales. Mientras tecnologías revolucionarias —desde soluciones de energía ecológica hasta el Internet de las Cosas— hacen las explotaciones agrícolas más eficientes, una revolución genética está produciendo variedades de semillas mejoradas que prometen revitalizar el estancamiento de los rendimientos.

«Estas dos innovaciones, si se combinan, poseen el potencial para transformar la agricultura: las tecnologías digitales permiten a los agricultores funcionar más cerca del límite de rendimiento biológico de la planta, y las soluciones biotecnológicas podrían permitir impulsar aún más los límites biológicos», explica Fernando Martins, colaborador en la empresa consultora Bain & Company.

A corto plazo, los agricultores serán capaces de cosechar más, utilizando insumos de forma más eficiente. A largo plazo, Burdett, como colaborador de Syngenta, cree que toda la cadena de valor agrícola se beneficiará de la mejora en la transparencia y la trazabilidad.

La agricultura de la era espacial

El progreso digital representa un área amplia para los avances. En primer lugar, la conectividad móvil está ayudando a 1500 millones de pequeños agricultores, que producen la mayor parte de los alimentos en el sur de Asia y en el África subsahariana, a acceder a servicios financieros, insumos subvencionados e información sobre precios. Durante la última década, los teléfonos móviles han transformado la agricultura en estas regiones. El Foro Económico Mundial estima que si entre 275 y 350 millones más de productores tuvieran acceso a servicios móviles de aquí a 2030, se podrían producir hasta 500 millones de toneladas más de alimentos.

La agricultura ha sido relativamente lenta a la hora de sacar partido a las herramientas digitales de última generación que ya están alterando otras industrias. Pero eso está cambiando, tal y como avala un aluvión de inversiones y patentes registradas para tecnologías agrícolas.

«Observamos un crecimiento interanual del 32% en las inversiones en tecnología agrícola en 2016, hasta alcanzar los 2600 millones de dólares estadounidenses invertidos a nivel global», apunta Michael Dean, cofundador de AgFunder, un mercado en línea para inversores agrícolas.

Tecnologías digitales como las imágenes por satélite y el Internet de las Cosas llevan estando disponibles desde hace algún tiempo. «La novedad es que su coste está disminuyendo», afirma Martins, de Bain & Company.

Las grandes y medianas explotaciones agrícolas practican cada vez más la «agricultura de precisión», que emplea sensores, cámaras, drones y otros mecanismos de recogida de datos para monitorizar en tiempo real variables en el cultivo como suelos, humedad, temperatura y luz. Los paquetes de software analizan la información y el equipo inteligente suministra el goteo solo de la cantidad correcta de fertilizante o agua. Controlando estrictamente variables e insumos, las explotaciones se asemejan más a fábricas que reducen sus costes mientras aumentan su productividad. «La agricultura de precisión mejora la eficiencia y la efectividad y aumenta la probabilidad de una rentabilidad de la inversión», explica Burdett, de Syngenta.

A medida que las tecnologías mejoran, lo hacen también los resultados. Los tractores sin conductor y la robótica avanzada que aniquilan las malas hierbas, esparcen fertilizante o recogen fruta son herramientas que ya se incluyen en la agricultura de precisión. Los sistemas que se necesitan para hacer funcionar este equipo están avanzando tan rápidamente, que algunos expertos creen que las explotaciones situadas en regiones ricas podrían hacerse funcionar desde oficinas próximamente. Eso compensaría, al menos en parte, la reducción en la mano de obra del sector agrícola motivada por la urbanización. El Foro Económico Mundial (FEM) estima que de aquí a 2030 la agricultura de precisión podría sumar quizás 300 millones de toneladas de cosechas mediante mejoras del rendimiento y, a la vez, ahorrar a los productores ´costes por valor de hasta 100 000 millones de dólares estadounidenses. «Existe un enorme potencial para que estas tecnologías emergentes tengan un impacto material en la productividad y la seguridad alimentaria», afirma Dean.

Los agricultores podrían verse atraídos por la reducción de costes, pero el medio ambiente también saldría beneficiado. El FEM calcula que la agricultura de precisión podría ahorrar el equivalente de hasta 20 megatoneladas de dióxido de carbono y reducir el consumo de agua en hasta 180 000 millones de metros cúbicos de aquí a 2030. «Si sabes específicamente dónde intervenir, puedes ahorrar muchos recursos», explica Bellù desde la FAO.

Otra ventaja secundaria de todo este cultivo de datos es una modelización de riesgos más sofisticada que, a su vez, genera ofertas de seguros mejoradas. Algunos estudios muestran que la contratación de productos de seguros promueve la inversión, la eficiencia, la nutrición y los ingresos, a la vez que mitiga el riesgo. El FEM estima que entre 200 y 300 millones más de agricultores pueden estar cubiertos por un seguro de aquí a 2030. Eso ayudaría a generar hasta 150 millones de toneladas adicionales de alimentos y hasta 70 000 millones de dólares estadounidenses en ingresos extra para agricultores.

La revolución genética

Las variedades de semillas mejoradas fueron fundamentales en la «Revolución Verde» que se inició en la década 1940 y que dio lugar a una extraordinaria duplicación de la producción de cereales, legumbres y cultivos oleaginosos. Sin embargo, los rendimientos de algunos cultivos importantes ahora han dejado de aumentar en zonas del mundo con una agricultura intensiva. Una serie de avances biotecnológicos prometen impulsar ese estancamiento. «El cultivo ha dejado de ser un arte para convertirse en una ciencia altamente tecnológica», explica Michiel van Lookeren Campagne, jefe de investigación de semillas de Syngenta. «Cada vez que añadimos una nueva técnica, esta nos permite mantener los rendimientos en continuo crecimiento».

Científicos de todo el mundo están desarrollando cultivos modificados genéticamente con mayores rendimientos, a prueba de extremos climáticos y resistentes a plagas o enfermedades. Un importante ejemplo es un intento mundial, coordinado por el Instituto Internacional de Investigación del Arroz, para crear arroz C4: un tipo de arroz que realiza la fotosíntesis de forma más eficiente. Con la introducción de un nuevo proceso bioquímico para la fotosíntesis, los rendimientos del segundo mayor cultivo a nivel mundial podrían aumentar un 50 %.

Todavía existen obstáculos frente a la nueva revolución agrícola. Hasta el momento, estas tecnologías están concentradas en los mercados agrícolas maduros de América del Norte, del Sur y de Europa. Su implantación puede plantear un desafío. «Los sistemas vigentes tienden a ser más bien complejos... y eso desalienta a algunos agricultores», explica Martins. «Todavía debemos constatar el desarrollo de una aplicación que consolide las múltiples piezas de tecnología en una interfaz integrada y sencilla de implementar para los agricultores».

Los países más pobres donde más se necesita el aumento en el rendimiento requieren mejoras en el gobierno, las carreteras y las escuelas, por no hablar de las mejoras en la producción, el almacenamiento y los mercados mayoristas de fertilizantes, antes de que pueda prosperar una revolución tecnológica. Los costes de las tecnologías agrícolas de precisión tendrán que disminuir antes de que estas puedan ser ampliadas a regiones de rentas bajas. No obstante, están empezando a surgir soluciones baratas incluso en estas zonas, a las que seguirán muchas otras, a medida que disminuyan los costes del hardware para recogida de datos. Los productores de todo el mundo cuentan con más herramientas que nunca para alimentar al creciente número de bocas. «La tecnología va a contribuir a la intensificación sostenible de la agricultura», sostiene el Dr. van Lookeren Campagne. «Eso tendrá un gran impacto en el bienestar tanto de los agricultores como de la población en general».

Este artículo fue producido por The Economist Intelligence Unit. Apareció originalmente en: https://innovationmatters.economist.com/food-for-the-future-sustaining-eiu