Revolución del agua en China

Mediante el desarrollo y la expansión de "ciudades esponja", China está mostrando al mundo cómo gestionar sus recursos hídricos.

Hace más de una década, China decidió analizar seriamente la forma en la que gestionaba sus recursos hídricos. Su objetivo era poner fin a las devastadoras inundaciones y a la contaminación que durante tanto tiempo habían asolado el país y mermado su desarrollo económico. 

El resultado ha sido sencillamente revolucionario. En solo 15 años, China ha pasado de encontrarse en una posición de desventaja a convertirse en un líder mundial en tecnología en materia de agua y supervisión regulatoria.

Aquí nos centramos en tres ámbitos en los que China ha desempeñado un papel pionero y de cuyo ejemplo podría aprender el resto del mundo.

1. Ciudades esponja

La rápida urbanización ha reducido paulatinamente el terreno en ciudades que podría absorber las aguas pluviales, en particular mediante el llenado de humedales y lagos. El empleo de materiales de construcción impermeables agravó el problema, provocando una serie de graves inundaciones urbanas. La respuesta de China fue ambiciosa a la vez que innovadora: ciudades esponja.

La implantación de la tecnología de "ciudades esponja" en las metrópolis chinas reduce la escorrentía de aguas pluviales mediante la ampliación y la mejora de la capacidad de absorción de las zonas urbanas. Esto no solo ayuda a reducir las inundaciones, sino que también contribuye a la seguridad del agua. Una ventaja adicional de la expansión de las ciudades esponja es el enfriamiento de las temperaturas en los distritos urbanos de China. 

El objetivo de las ciudades esponja es garantizar que el 80% de las zonas urbanas de China absorban y reutilicen al menos un 70% de las aguas pluviales, a un coste estimado de 1,6 billones de yuanes.

Se están planificando nuevas ciudades y ampliando las ya existentes. Cada una de ellas contará con espectaculares humedales artificiales para el almacenamiento de aguas pluviales, jardines en las azoteas de los edificios, pavimentos permeables que puedan filtrar y almacenar aguas pluviales de manera efectiva y jardines de lluvia donde personas de cualquier edad puedan interactuar con la naturaleza.

Los proyectos de ciudades esponja en Wuhan, Xiamen, Lingang y Suining ya han obtenido buenos resultados en temporadas de fuertes precipitaciones.

2. Robótica e inteligencia artificial

Las empresas chinas han logrado importantes avances en robótica, inteligencia artificial y análisis de macrodatos. Y muchas han implementado tales tecnologías en la industria hídrica con buenos resultados. Una de las que goza de mayor éxito es Dadu River Hydropower Development Company de Chengdu, que probablemente va 10 años por delante de cualquier otra empresa del sector público o privado en cualquier otra parte del mundo.

Esta empresa es responsable de la planificación, construcción y gestión de 28 grandes presas hidroeléctricas en el río Dadu, un afluente del río Yangtsé que genera energía hidroeléctrica mediante una sucesión de presas. Ya que la capacidad de generación de las presas suele ser mayor que la capacidad de la red eléctrica, ciertas cantidades de agua de determinadas presas deben liberarse sin generar electricidad. La inteligencia artificial ayuda a lograrlo mediante el análisis de la capacidad hidrológica, económica y eléctrica, y considerando la demanda para tomar decisiones en tiempo real.

Igualmente impresionante ha sido el uso de la robótica. Los robots se mueven continuamente dentro de las presas, recogiendo datos de varios sensores que se transmiten inmediatamente a un sistema de datos central. Incluso los cascos de protección de los empleados reciben datos de los sensores. Toda esta información se analiza de inmediato para mejorar el rendimiento de sus sistemas. 

3. Jefes de río

La tecnología es importante, pero definir claramente la responsabilidad de la gestión del agua también ha desempeñado un papel principal a la hora de impulsar el progreso de China. Un elemento clave de ello es el sistema de jefes de río.

La idea se probó por primera vez en el lago Tai en China Central, que estaba contaminado por algas verdeazuladas. Estas algas amenazaban el abastecimiento de agua potable de más de cinco millones de habitantes. Se asignó a personas concretas la responsabilidad de gestionar la calidad del agua en zonas específicas. 

En solo dos meses, la calidad del agua empezó a mejorar considerablemente y el progreso continuó. Greenpeace Asia Oriental observó que la proporción de aguas superficiales aptas para el consumo humano en la provincia de Jiangsu en la que se ubica el lago mejoró de un 35,5% en 2011 a un 63,9% en 2016.

Tras este exitoso experimento, se designaron jefes de río en otras zonas.

Impresionadas por los resultados de estos estudios piloto, las autoridades chinas ampliaron el proyecto a todo el país. En la actualidad, existen cuatro niveles de jefes de río para pueblos, condados, ciudades y provincias. A cada jefe de río se le asigna una zona específica de un río o un lago. Cada provincia posee un jefe de río provincial que es siempre un dirigente del gobierno provincial.

Así como China se industrializó en un poco más de 35 años para convertirse en la segunda potencia económica más importante a nivel mundial, estamos convencidos de que resolverá sus problemas de agua y de contaminación del aire en unos 10 años, un periodo de tiempo considerablemente más corto que el que necesitarán la mayoría de los países occidentales para lograr el mismo objetivo.