El legado económico de la COVID-19

Cómo la pandemia global está acelerando la expansión de la economía sin contacto.

La economía global es un coloso resiliente. Ha experimentado un crecimiento per cápita medio del 2% anual desde 1960, resistiendo incluso guerras, terrorismo, crisis del petróleo y quiebras financieras. Sin duda alguna, también capeará la pandemia y continuará acrecentando este impresionante récord. 

Sin embargo, la historia también muestra que cada vez que la economía ha salido de una crisis global, también lo ha hecho en un estado drásticamente alterado. Los modelos de negocio terminan siendo revisados, se transforma el comportamiento de los consumidores y se reescriben las leyes y normativas. La hiperinflación y la agitación laboral de finales de la década de los 70 y principios de los 80, por ejemplo, dio origen a la "reaganomía" y al "thatcherismo", mientras que la crisis de crédito de 2008 marcó el inicio de una era de tipos de interés excepcionalmente bajos que persiste hasta hoy en día. 

La COVID-19 está destinada a generar legados disruptivos similares", asegura Daria Krivonos, CEO de la consultoría global Instituto de Estudios del Futuro de Copenhague (CIFS). En su opinión, entre los legados más poderosos se encuentra el crecimiento de una nueva economía sin contacto.

"A raíz del coronavirus, desgraciadamente nos damos cuenta de que el hecho de estar conectados puede generar vulnerabilidad en numerosas situaciones", explica. “Evitar cualquier riesgo asociado a la transmisión del virus se ha hecho evidente en muchos ámbitos de la economía y estoy convencida de que este cambio continuará”.

Se trata de una observación que coincide con la ciencia.

Incluso si se desarrolla una vacuna, los epidemiólogos anticipan que la COVID-19 se mantendrá como una amenaza permanente para la salud pública. La Organización Mundial de la Salud ha manifestado que las infecciones por coronavirus experimentarán altibajos durante al menos cuatro o cinco años, lo que significa que las limitaciones como el distanciamiento social persistirán más allá de la peor fase de la pandemia.

La consecuencia es que la sociedad adoptará aquellas tecnologías que puedan minimizar las alteraciones que acompañan a la reducción del contacto físico.

La COVID-19 está destinada a generar legados disruptivos similares. Entre los más poderosos se encuentra el crecimiento de una nueva economía sin contacto.

No quiero ver dinero

Para el equipo de investigadores del CIFS, la tecnología sin contacto se estandarizará en numerosos ámbitos. 

Se trata ya de un elemento cada vez más importante en las transacciones financieras. Krivonos afirma que la pandemia ha obligado a los países a seguir los pasos de China y Suecia, quienes han estado funcionando con perfecta normalidad como economías virtualmente sin dinero en efectivo durante años.

Tomemos el ejemplo del Reino Unido. Allí, antes del brote de coronavirus, una de cada tres transacciones implicaba dinero en efectivo. Ahora, las monedas y los billetes suponen menos de una décima parte de todas las compras y los pagos sin contacto han aumentado a un ritmo del 16% anual. Los pequeños negocios británicos han contribuido a acelerar la desaparición del efectivo. Han aumentado recientemente el límite del importe de las transacciones individuales sin contacto en un 50% llevándolo a 45 libras esterlinas y se espera que este porcentaje continúe aumentando. 

"En el CIFS hablamos sobre el fin del dinero en efectivo como uno de los legados de la pandemia", comenta Krivonos. “Tal cambio se verá impulsado particularmente por dos avances.

“En primer lugar, los comercios minoristas están evitando el efectivo debido a los riesgos asociados al virus y, en segundo lugar, el comercio minorista en línea ha experimentado un aumento espectacular”.

Los detractores de los pagos digitales sostienen que este método perjudica enormemente a los más pobres de la sociedad ya que no suelen disponer de cuentas bancarias. En el Reino Unido, por ejemplo, hay alrededor de 1,5 millones de personas adultas sin una cuenta bancaria. Es en este aspecto donde los nuevos avances en tecnología financiera pueden ayudar. 

Tanto en el Reino Unido como en otros lugares, un creciente número de bancos innovadores basados en aplicaciones y artilugios habilitados por cadenas de bloques ofrecen la oportunidad de realizar transacciones digitales a quienes no disponen de una cuenta corriente. Y gracias a que evitan tener que acudir a grandes entidades financieras,  tales tecnologías también permiten a los consumidores tener un mayor control sobre sus finanzas y sus datos personales.

Como era de esperar, en los países con sistemas bancarios menos desarrollados es donde los pagos electrónicos están tomando gran relevancia. Con la introducción de su Interfaz de Pagos Unificados, India ha estado liderando la acción de los países en vías de desarrollo (aparte de China) hacia una sociedad sin efectivo. La red de pagos electrónicos que se introdujo en 2016 permite a los usuarios pagar cualquier cosa, desde electrodomésticos hasta comida en plena calle con aplicaciones basadas en teléfonos móviles. Alrededor de 1.300 millones de pagos se realizan con este sistema cada mes, lo que iguala al volumen de compras realizadas con tarjetas de crédito o de débito. En Tailandia se ha implementado con éxito un sistema similar, mientras que las plataformas de pago electrónico están proliferando en todo el continente africano. 

“Una consecuencia probable en muchos países parece ser una notable reducción en el uso del efectivo”, apunta Krivonos. “Pero no se trata solo de la desaparición del dinero en efectivo. En muchos lugares se prefieren las opciones sin ningún tipo de contacto”.

El auge de los cobots

El alcance etéreo de la economía sin contacto también se está extendiendo a las plantas de producción. Para la industria pesada, adaptarse a nuevas normativas en materia de seguridad y salud contra el virus resulta problemático. Una cosa es invertir en ropa de trabajo de protección, y otra muy  diferente es mantener las máquinas en funcionamiento y asegurarse a la vez de que los empleados no entran en contacto cercano. Para superar esta brecha llega el robot colaborativo o cobot.

Los cobots  son máquinas capaces de trabajar cerca de los seres humanos y representan una tecnología relativamente nueva. Sin embargo, en la era del distanciamiento social, podrían convertirse en elementos omnipresentes en las plantas industriales de todo el mundo. Se diferencian de los robots tradicionales en varios aspectos importantes. Ya que emplean mayor potencia de procesamiento informático y muchos más sensores y motores diminutos que permiten tiempos de reacción más rápidos, los cobots son capaces de trabajar de forma cooperativa y en estrecha proximidad a los – trabajadores humanos. 

Sus avances técnicos se traducen en que detectan la presencia de personas en su proximidad inmediata y son capaces de detenerse o apartarse si existe riesgo de lesiones.

Son especialmente apropiados para encargarse de puestos de trabajo en cadenas de montaje realizando complicadas tareas rutinarias que no resultan del agrado del personal, por lo que sus compañeros humanos quedan libres para trabajar en tareas con más valor añadido como el control de calidad y las modificaciones a medida. 

Las previsiones de ventas de estos sistemas robóticos son de unas 728.000 unidades para el año 2025, equivalente a 11.500 millones USD anuales. A modo de comparación, el valor del mercado del sector era de solo 800 millones de dólares en 2017 tras haber crecido prácticamente desde cero en 2012, según Barclays Research.

working with robots

No obstante, aunque los robots lleguen a desempeñar un papel más relevante en nuestras vidas, las empresas deberán ser cautelosas para evitar ir demasiado lejos en materia de automatización.

“Es importante que los robots se introduzcan en tales entornos, pero también es importante incorporarlos a un ritmo al que puedan ser asimilados sin desplazar a un gran número de trabajadores humanos”, advierte Krivonos.

Documentos digitales

Las ventajas de los sistemas sin contacto también son evidentes en la asistencia sanitaria. Con los confinamientos que en un momento dado han afectado a casi un tercio de la población mundial, las consultas médicas y el seguimiento de pacientes han sufrido una rápida metamorfosis digital. 

Instadas por hospitales, compañías de seguros y gobiernos, millones de personas han optado por la telemedicina a la hora de pedir sus citas médicas. Solo en EE. UU., aproximadamente 900 millones de consultas médicas se han realizado por vídeo este año, lo que significa un aumento del 64% respecto a 2019, según el grupo de investigación sanitaria Frost and Sullivan.

“Lo interesante de esto es que esta tecnología existe desde hace tiempo. Pero nuestros hábitos son persistentes y el uso de este tipo de opciones estaba limitado hasta que la COVID-19 nos obligó a abandonar las salas de espera y dirigirnos a las consultas digitales”, señala Krivonos.

La prestación sanitaria sin contacto no se trata solo de consultas en línea. También es sinónimo de un sinfín de innovaciones médicas como aparatos de diagnóstico y sensores, asistentes virtuales interactivos, tecnología robótica, inteligencia artificial y análisis de macrodatos. 

A medida que las barreras normativas respecto al uso de estas innovaciones van desapareciendo paulatinamente, la relación entre el paciente y el proveedor de servicios sanitarios podría transformarse radicalmente.

En gran parte, esto dependerá del grado de aceptación de las personas a la hora de permitir que sus datos personales se recojan y se analicen digitalmente. “Un interesante cambio digno de seguimiento es la disposición de los  ciudadanos a facilitar datos sanitarios en un intento de contener el virus. Existe una verdadera preocupación en cuanto a la privacidad y la seguridad de datos”, explica Krivonos. 

Siempre que tales preocupaciones puedan abordarse de forma rápida y efectiva, la telemedicina podría estandarizarse pronto en todo el mundo. Frost and Sullivan estima que este sector podría multiplicarse por siete para el año 2025, expandiéndose a un ritmo de casi un 40% anual.

Conforme las sociedades se adaptan a vivir con la COVID-19, la tecnología puede ayudar a consumidores, pacientes y fabricantes a mitigar algunos de los efectos negativos relacionados con el distanciamiento social. La economía sin contacto precede a la pandemia, pero se verá enormemente reforzada gracias a ella.