El papel de los inversores en la conformación de una economía sostenible
Redefinir el capitalismo para un mundo más ecológico
El papel esencial del sector financiero en la creación de una economía sostenible.

Hubo un tiempo en el que el sector financiero rehuía instintivamente el ecologismo. También se erizaba ante la idea de invertir con fines sociales más amplios. Para la mayoría de los inversores, gestores de activos y banqueros, el capitalismo sostenible suponía una contradicción en términos.
Hoy en día, sin embargo, resulta imposible ignorar la agenda financiera ecológica, comenta Paul Fisher, antiguo responsable de política en el Banco de Inglaterra.
No solo se han hecho evidentes las deficiencias del planteamiento mundial de "coger, hacer y tirar" respecto al desarrollo económico, explica Fisher, sino que las exigencias públicas de una economía más sostenible se están intensificando, incluso en ciertas regiones del mundo en las que no se esperaría escuchar tales exigencias.
"De hecho, China es uno de los países más elocuentes respecto al clima y a la economía ecológica", señala Fisher. "El motivo es que la contaminación, particularmente la contaminación del aire, ha empeorado tanto que el Gobierno empezó a preocuparse verdaderamente por el riesgo de malestar social. Y si usted fuera actualmente un inversor o banquero que estuviera contribuyendo a financiar actividades contaminantes en China, más le valdría ser consciente de las posibles consecuencias".
En otras palabras, el mundo de las finanzas a nivel mundial no puede seguir permitiéndose ser parte del problema.
Cuestiones medioambientales: una preocupación mundial
En efecto, desde cualquier punto de vista concebible, se está fortaleciendo el argumento a favor de una versión más ecológica y limpia del capitalismo. La mala calidad del aire, por ejemplo, no se trata solo de un fenómeno chino. La Organización Mundial de la Salud estima que 9 de cada 10 personas respiramos aire peligrosamente contaminado cada día. También considera que los agentes contaminantes del aire como las partículas de material suspendidas causan 7 millones de muertes prematuras cada año, tres veces más que el número de personas que mueren por malaria, SIDA y tuberculosis en conjunto.
La industrialización ha causado otros innumerables problemas medioambientales. Una inminente escasez de agua es quizás el más inquietante, sostiene Fisher. El calentamiento global y la demanda de agua limpia en las ciudades y los sectores industrial y agrícola son responsables del rápido agotamiento de los recursos de agua dulce; una de cada cuatro personas vive actualmente en zonas que sufren una importante escasez de agua.
"El agua es quizás el más preocupante de todos los riesgos físicos", explica. "Podemos ver cómo podríamos solucionar el problema de escasez de alimentos y el de energías renovables, pero solucionar el problema del agua parece ser más difícil".
Otro factor que complica las cosas es el hecho de que la degradación medioambiental suele exacerbar las desigualdades sociales. En conjunto, forman una combinación tóxica que ha hecho surgir movimientos políticos populistas y ha agravado el malestar social expresado con violencia desde Delhi hasta París.
Apoyo desde el sector público
En todo el mundo, los gobiernos están teniendo grandes dificultades para encontrar una respuesta efectiva, y las soluciones que proponen suelen terminar siendo contraproducentes con demasiada frecuencia. Es en este aspecto donde el sector financiero puede ayudar, indica Fisher.
Como administradores del capitalismo global, los inversores tienen en particular el poder de negar o retirar financiación a negocios y gobiernos que no se tomen en serio sus responsabilidades medioambientales y sociales.
Exigir que cada empresa rinda cuentas de su huella ecológica del mismo modo que rinde cuentas, por ejemplo, de la depreciación de sus fábricas y maquinaria sería una forma de aplicar dicho poder. En noviembre del año pasado, el Comité de Normas Internacionales de Contabilidad, que establece estándares para empresas en más de 140 países, recomendó a las empresas incluir los impactos relacionados con el clima en sus estados financieros. Si los accionistas y otros beneficiarios plantearan las mismas exigencias, las repercusiones serían enormes, según Fisher.
"Si las empresas financieras están expuestas al cambio climático ya sea a través de riesgos físicos, riesgos de transición a una economía baja en carbono o riesgos legales, deben gestionarlos y, si son sus propios riesgos, deben reservar capital para enfrentarse a ellos y revelarlos a sus inversores. Si gestionan el dinero de otras personas, deben alertar a los propietarios finales de los activos sobre los riesgos. Si las empresas financieras ni siquiera están teniendo en cuenta estas cuestiones en su modelo de riesgo de negocio, ya sabemos que tienen un problema", explica Fisher.
La información medioambiental ya se exige de forma implícita en la mayoría de las normas contables y, al menos en Europa, es probable que se convierta en obligatoria, intuye Fisher.
La identificación precisa de la "prima medioambiental" de hacer negocios revelaría el verdadero coste del capital, afirma Fisher, y en definitiva dirige las inversiones alejándolas de empresas y países que ignoran su huella ecológica.
Proteger el mundo y garantizar una mayor rentabilidad de las inversiones
No se trata de una cuestión meramente moral. Sino que también tiene un sentido financiero. Existe un número cada vez mayor de evidencias que muestran que invertir conforme a principios de sostenibilidad puede tener resultados de inversión aceptables a largo plazo.

Innovación en tecnologías ecológicas
Pero los inversores tienen que desempeñar un papel mucho más amplio. No solo pueden exigir que quienes contaminan rindan cuentas de sus actos, sino que también pueden estimular la innovación.
Canalizar capital hacia empresas y emprendedores que desarrollan tecnologías que hacen frente al cambio climático y a la contaminación es crucial para la creación de una economía ecológica. "Hasta el momento, la sociedad ha abordado el cambio climático como una cuestión ética, social, moral o incluso política. Y efectivamente abarca todas esas cuestiones", explica Fisher. "Pero es también una cuestión financiera clásica. Las empresas gestoras de inversión, aseguradoras y fondos de pensiones, es decir, cualquier institución que posea activos, tienen la capacidad de influir en la transición hacia una economía sostenible. Y esto está en consonancia con sus propios intereses financieros a largo plazo".
Algunos esfuerzos de inversión ya han dado resultados. Asistida por un flujo sostenible de capital privado, la innovación en energías limpias ha prosperado, precipitando un drástico descenso en el coste de la energía solar, de la eólica y del almacenamiento de energía en baterías. Un estudio muestra que por cada dólar invertido en tecnología contra la contaminación del aire desde la década de los 70, se han devuelto aproximadamente 30 USD a la economía. Con una inversión más generosa, cualquiera puede adivinar lo que el ingenio humano puede aportar.
La Agencia Internacional de la Energía estima que por cada dólar estadounidense invertido en apoyar las energías renovables, se invierten otros 6 USD en subvenciones a los combustibles fósiles. Redistribuir solo el 10% de esas cifras en proyectos renovables, según otro estudio, ayudaría a sufragar una transición hacia las energías limpias. "En definitiva, una economía sostenible es crucial en la lucha por limitar el cambio climático y es tarea del sector financiero destinar recursos para financiarla", concluye Fisher.
"En definitiva, una economía sostenible es crucial en la lucha por limitar el cambio climático y es tarea del sector financiero dirigir recursos para financiarla".