El surgimiento de los cobots

Los robots que son capaces de trabajar en estrecha proximidad a los seres humanos representan la siguiente revolución en la industria.

Puede que los robots que tocan el violín atraigan millones de visitas en YouTube, pero los que de verdad están cambiando el mundo son los que están diseñados para realizar tareas convencionales con altísima precisión y a la vez preservan la seguridad de los seres humanos que trabajan a su lado.

Solo desde hace unos pocos años se ha logrado fabricar tipos de robots que pueden trabajar en estrecha proximidad a los seres humanos gracias a la mayor potencia computacional y a los motores y sensores cada vez más pequeños. Se ha convertido en un campo especializado que se concentra en agrupaciones industriales como la de Odense, que fue en un tiempo una región de intensa construcción naval en Dinamarca. 

Durante los años 80, cuando los astilleros daneses sufrían la competencia más barata de sus rivales en lugares como Corea del Sur, los empresarios visionarios comenzaron a buscar formas de automatizar algunos de los trabajos especializados pero convencionales como las soldaduras de rutina. Una generosa subvención a la rama local del Instituto Tecnológico Danés ayudó a sembrar lo que desde entonces se ha convertido en un centro eminente de robótica. Actualmente, unas 4.000 personas trabajan en robótica en Odense, lo que convierte a Dinamarca en uno de los países más dedicados a la robótica del mundo.

working with robots

Revolución danesa

Se centran claramente en aplicaciones comerciales y el trabajo de las compañías robóticas de Odense es menos glamuroso que el de, por ejemplo, las máquinas humanoides desarrolladas por las mentes brillantes del MIT. No obstante, su tecnología no es menos compleja o impresionante.

Por ejemplo, los robots de las cadenas de montaje llevan mucho tiempo siendo imprescindibles en la industria, pero los que trabajan de forma autónoma y, a la vez, colaborando muy estrechamente con el personal, se encuentran en pleno despliegue. 

Los robots industriales que no siguen simplemente un conjunto de instrucciones limitado o no requieren un operador humano ofrecen el potencial de liberar a los trabajadores cualificados para que estos se puedan centrar en otras tareas más complejas. Resultan incluso más útiles si pueden trabajar de forma cooperativa y en estrecha proximidad a esos mismos trabajadores. 

Por ejemplo, los robots colaborativos pueden encargarse de puestos de trabajo en cadenas de montaje realizando complicadas tareas rutinarias que no resultan del agrado del personal, por lo que sus compañeros humanos quedan libres para trabajar en tareas con más valor añadido como el control de calidad y las modificaciones a medida.

Al emplear componentes estándar siempre que sea posible para complementar las piezas diseñadas internamente, las empresas de Odense pueden ensamblar rápidamente robots industriales con aplicaciones especializadas y configurar sistemas de trabajo completos que satisfacen las necesidades de sus clientes.

Primero la seguridad

Sabiendo todo esto, no es de extrañar que se prevea que las ventas de estos sistemas robóticos alcancen las 750.000 unidades, lo que equivale a 11.500 millones de dólares anuales, para 2025. A modo de comparación, el valor del mercado del sector era de solo 800 millones de dólares en 2017 tras haber crecido prácticamente desde cero en 2012, según Barclays Equity Research. Gran parte de la demanda proviene de los sectores automovilístico y tecnológico, pero gracias a los avances en funciones como la visión artificial y la mayor destreza, sin duda el porcentaje de robots colaborativos está destinado a crecer respecto al 3% del total de robots industriales actualmente en uso. Así, mientras que en la actualidad existen 85 robots por cada 10.000 empleados de fabricación, esta cifra podría aumentar hasta 1.800 para el año 2040, según las previsiones de Barclays.

A modo de ejemplo, este tipo de automatización permite que los trabajadores puedan dejar de realizar trabajos rutinarios de almacén como el manejo de materiales. Los robots, como los diseñados para mover palés planos de poca altura, están cada vez más presentes en los centros de distribución. En otros sitios existen robots especializados en soldadura para intentar compensar la cada vez mayor escasez de mano de obra cualificada para realizar el trabajo (en el Reino Unido, por ejemplo, la media de edad de los soldadores es de 55 años). 

Sin embargo, llegar hasta esta fase ha sido todo un reto. La robótica colaborativa, que depende de grandes cantidades de datos procedentes de sensores de alta calidad, es hoy posible solo gracias al desarrollo de sensores cada vez más sofisticados, así como a los avances en poder computacional para procesar esos datos. 

La inteligencia artificial también está facilitando cada vez más el entrenamiento de los robots industriales. Por ejemplo, hay casos en los que, en lugar de programar el robot con código informático, se le puede guiar en las tareas con operadores humanos que manipulan directamente los brazos del robot, de forma que el robot aprende trabajando.

Como las personas no son robots, la seguridad obliga a que estos robots autónomos sean capaces de adaptarse a circunstancias cambiantes. Para garantizar la seguridad, los robots industriales que colaboran con seres humanos deben poder identificarlos a su alrededor y ser capaces de detenerse o alejarse de los seres humanos si hay riesgo de herirlos, y después, cuando pase el peligro, ser capaces también de retomar su tarea sin problema alguno. Los últimos avances tecnológicos lo están haciendo más fácil.

Cuanto más se avance en materia de seguridad, costes y adaptabilidad, cada vez más personas se verán trabajando con robots colaborativos. Los robots seguirán asumiendo con mayor frecuencia algunas de nuestras tareas, pero principalmente las peligrosas o tediosas, por lo que los seres humanos podrán dedicarse a otras tareas más interesantes y variadas. Es más, los robots y los seres humanos cooperarán cada vez más unos junto a los otros.