Después del virus: el rescate de las economías y del medio ambiente

La pandemia de la COVID podría allanar el camino para actuar sobre el cambio climático.

La pandemia del coronavirus es sin duda alguna una catástrofe a nivel global. Pero también podría allanarnos el camino para hacer del mundo un lugar mejor, en particular, motivando avances significativos en materia de cambio climático.  

Algunos de ellos tendrán lugar automáticamente como consecuencia de la forma en la que las costumbres y preferencias de las personas cambien en respuesta al virus y a sus secuelas. Pero en gran parte dependerá de las decisiones que los gobiernos tomen en su intento por reactivar sus economías, tanto por los programas de recuperación que implementen como por el planteamiento de sus relaciones con otros países e instituciones internacionales.

Para desarrollar la visión más completa de estas posibles decisiones, un equipo de investigadores académicos –Brian O’Callaghan, Nicholas Stern, Joseph Stiglitz, Dimitri Zenghelis y quien esto escribe– que trabajan en universidades a ambos lados del Atlántico, ha encuestado a 231 banqueros centrales, funcionarios de ministerios de finanzas y otros expertos económicos de países pertenecientes al G20 en los que probablemente las medidas gubernamentales tendrán el impacto económico más significativo y en los que es más probable que tales medidas se implementen. A continuación, procedimos a analizar sus respuestas a la vista de las repercusiones medioambientales de estas políticas.

Nuestras conclusiones son alentadoras. Las políticas ecológicas probablemente sean más efectivas a la hora de generar crecimiento a largo plazo que aquellas poco respetuosas con el medio ambiente o alternativas "marrones", según los expertos encuestados. Lo que es más, incluso las políticas marrones pueden estructurarse de forma que resulten menos destructivas en última instancia. Por ejemplo, los planes de rescate para el sector aéreo pueden mitigarse condicionando las ayudas financieras a la presentación, por parte de las empresas, de estrategias claras de reducción de emisiones en los próximos años.

Los sondeos de opinión indican un considerable respaldo público a las políticas económicas respetuosas con el medio ambiente. Los confinamientos han generado gran angustia económica y mental. No obstante, al mismo tiempo la gente ha observado y ha valorado positivamente cómo el aire ahora es mucho más limpio y cómo los ríos y corrientes de agua como los canales de Venecia (e incluso en Oxford, donde yo resido) son ahora más cristalinos. Ha acogido con entusiasmo el regreso del canto de los pájaros y de la fauna, a la vez que la contaminación acústica se ha atenuado y las carreteras están menos congestionadas. A raíz de todo esto, la gente se ha empezado a preguntar si un regreso a la "normalidad" es suficientemente bueno o si quizás sería mejor una reconstrucción.

Estos beneficios se suman a la reducción sin precedentes de las emisiones globales de gases de efecto invernadero para las que se prevé una caída de hasta el 8% este año. Esta cifra es superior a la de cualquier otro año registrado: las emisiones disminuyeron una media del 4% durante la Segunda Guerra Mundial y un 3% durante el periodo de recesión entre 1991 y 1992.

No obstante, la magnitud del descenso que estamos apreciando este año tendría que repetirse año tras año para alcanzar las cero emisiones netas para el 2050, que es lo que se necesita para mantener bajo control el cambio climático. Evidentemente, la forma en la que se han contenido las emisiones este año es insostenible: más del 80% de la población activa mundial se ha visto afectada por un confinamiento total o parcial. Y la historia muestra que cualquier caída motivada por una recesión tiende a ser ampliamente revertida cuando la economía se recupera. Así, mientras que la crisis financiera global causó una caída de las emisiones de CO2 del 1% en 2009, posteriormente estas experimentaron un repunte de hasta el 4,5% en 2010 y un crecimiento medio del 2,4% durante los siguientes cinco años.

La forma de avanzar consiste en que los gobiernos desarrollen estrategias razonables de inversión a largo plazo que estimulen el crecimiento económico y protejan el medio ambiente.

Entre los factores que empleamos para evaluar los posibles programas gubernamentales están el grado en el que cada dólar que se invierta ahora generará dólares adicionales de rendimiento en el futuro, la incógnita de si las inversiones amplían la base de activos productivos y la riqueza nacional de un país, la rapidez con la que pueden implementarse esas inversiones y la asequibilidad, simplicidad y grado de justicia social que las caractericen. 

En conjunto, realizamos cinco recomendaciones en materia política sobre cómo los gobiernos pueden lograr sus objetivos económicos y medioambientales simultáneamente:

Hasta el momento, los programas de apoyo vitales de los gobiernos para sus economías han sido en gran medida neutrales en términos medioambientales. Lo que verdaderamente importa es que las medidas que adopten para devolver la salud a sus economías sean también coherentes con la salud de su medio ambiente. Afortunadamente, observamos que las políticas ecológicas tienden a presentar más ventajas en ambos aspectos que las alternativas sucias.