Ciudades inteligentes: más que alta tecnología

Por qué el anhelo de Boston de convertirse en una ciudad inteligente en toda regla ha incorporado también soluciones de baja tecnología.

Boston quiere ser más inteligente. Las autoridades municipales de la ciudad han sacado partido de sensores diminutos, macrodatos y otras tecnologías para adaptarse mejor a las necesidades de sus residentes. Pero la tecnología por sí sola no es suficiente para convertir a los centros urbanos de hoy en día en mejores lugares para vivir y trabajar. Las autoridades municipales de Boston han descubierto que la baja tecnología también debe ser parte de sus ambiciosas soluciones.

Kris Carter, codirector de la Oficina de Nueva Mecánica Urbana de la alcaldía, implementó el programa de ciudad inteligente de Boston en 2014. Todo empezó con una aplicación que los residentes podían descargar para avisar de ubicaciones donde el pavimento necesitaba reparaciones. Las autoridades municipales cotejaban esos avisos y los clasificaban en una base de datos que las cuadrillas de mantenimiento utilizaban para priorizar su trabajo.

El sistema funcionaba de maravilla, salvo un problema: la mayoría de las alertas provenían de barrios más acomodados donde la concentración de residentes que disponían de smartphones era la más alta. "Las quejas que recibíamos a través de la aplicación no siempre se correspondían con las mayores necesidades de reparación de la comunidad", explica Carter. "No queríamos responder solo a los problemas por los que se hacía más ruido".

El vigoroso esfuerzo de Boston por convertirse en una ciudad inteligente pionera ahora incluye un principio fundamental: las iniciativas de alta tecnología no deberían beneficiar desproporcionadamente a los que ya cuentan con buenos recursos. Bajo la dirección de Carter, la tecnología está infiltrándose en el funcionamiento y en la vida diaria de la ciudad, pero se está prestando especial atención a atender aquellas poblaciones y barrios que más respaldo necesitan. "Lo que queremos saber es cómo abordar problemas de una forma inteligente dirigida tanto a necesidades como a objetivos de equidad", afirma.

Ser inteligentes sin necesidad de smartphones

El equipo de Carter ha abandonado el modelo compartido por muchas iniciativas de ciudad inteligente que consiste en permitir que los residentes duchos en tecnología y las empresas de alta tecnología marquen el paso del proceso. En su lugar, llevan a cabo reuniones en bibliotecas locales y otros espacios públicos para descubrir qué problemas quiere resolver la gente en diferentes barrios. "En algunas ciudades, las autoridades adoptan el punto de vista de que si proporcionan los artilugios tecnológicos adecuados, la gente encontrará la forma de sacarles partido", señala Carter. "Queríamos empezar con una visión básica de cuáles son los desafíos que debían abordarse". "Solo en ese contexto, la tecnología aparece en escena", añade Carter.

En lo que respecta a las aceras, en Boston se introdujo un segundo método para recopilar avisos de reparaciones. Además de su aplicación para smartphones, se contrató a personas para que salieran a caminar los más de 2.700 km de aceras de la ciudad para tomar nota de sus condiciones.

Otro ejemplo es utilizar la tecnología para ayudar a quienes pueden acceder a ella, por lo que se libera personal para asistir a aquellos que necesitan más apoyo. Así, durante la crisis de la COVID-19, en Boston se inició un proyecto para utilizar bots conversacionales destinado a ayudar a los residentes a acceder a alimentos y ofrecer soporte logístico. El proyecto se realizó en colaboración con el Instituto Tecnológico de Massachusetts y se financió mediante un fondo de resiliencia que el alcalde constituyó al inicio de la pandemia. Este proyecto ofrece una interfaz para residentes que están confinados en casa o que, por cualquier otro motivo, no pueden acceder a ningún establecimiento de comida. Los bots conversacionales funcionan en varios idiomas, reduciendo los problemas de comunicación y permitiendo al personal centrar los recursos de forma más efectiva en aquellos residentes que necesitan más atención personal.

"Consideramos que este enfoque era más ágil que algunas de las plataformas más grandes que se nos estaban ofreciendo al principio de la crisis y pensamos que es un buen prototipo para otras intervenciones que hay que llevar a cabo para otros fines distintos a la comida", recuerda Carter.

Para muchos otros problemas, el equipo de Carter lleva a cabo pequeños experimentos para descubrir soluciones potenciales de alta tecnología que pueden aportar resultados sorprendentes. Por ejemplo, instalaron en tres ubicaciones diferentes bancos públicos con cargadores solares integrados para teléfonos móviles y monitorizaron cómo se utilizaban. Uno de esos bancos se encontraba en el turístico parque Boston Commons, otro en un parque infantil donde los padres solían sentarse y el tercero junto a una pista de baloncesto al aire libre en un barrio de bajos ingresos. Cuando el equipo de Carter examinó los datos de uso, comprobó que el cargador en el parque había sido usado considerablemente y el del parque infantil había sido ignorado prácticamente por completo, mientras que el cargador junto a la pista de baloncesto se había usado casi sin parar. Resultó que los jugadores estaban conectando pequeños marcadores electrónicos, lo que daba más popularidad a la pista de baloncesto. "La respuesta fue fuera de lo común", asegura Carter. Ahora las autoridades municipales están intentando incorporar cargadores a más pistas en algunos barrios para promocionar el ejercicio e incrementar el bienestar.

Otro experimento consistió en colocar sensores de ruido y de calidad del aire muy visibles, al nivel de los ojos, en farolas y otros postes en algunos barrios, identificándolos con etiquetas para que los residentes fueran conscientes del esfuerzo. Pero la mayoría de los sensores fueron vandalizados. "Nuestra intención era ser transparentes acerca de la tecnología", sostiene Carter. "Pero parece ser que los sensores resultaban extraños o molestos para la gente". Las autoridades municipales planean ahora reinstalarlos, pero a una altura de al menos 3,65 m, sin identificarlos con etiquetas.

El equipo de Carter también busca formas en que las tecnologías relativamente económicas y de fácil implementación puedan marcar la diferencia, particularmente en favor de los grupos más vulnerables. Para impulsar la seguridad vial, lanzó una aplicación que animaba a la gente a participar en una competición de conducción segura con otros residentes, haciendo un seguimiento de sus hábitos de conducción para designar a los ganadores. El primer concurso en 2018 tuvo tan buena acogida que las autoridades municipales han organizado dos concursos más desde entonces. Carter espera que esta y otras aplicaciones similares jueguen un papel cada vez más importante en la reducción de muertes por accidentes de tráfico, "especialmente aquellos en los que se ven implicados peatones y ciudadanos de la tercera edad".

Sin embargo, las autoridades municipales se apartaron de la senda de las tecnologías más avanzadas en lo que respecta a las plazas de aparcamiento. Estas escasean, y los conductores en busca de una plaza libre difícil de conseguir frecuentemente daban vueltas y vueltas alrededor de la manzana, incrementando los atascos en hasta un 30%. Al principio, el equipo de Carter experimentó con sensores incrustados en la calzada para detectar cuándo una plaza estaba libre. Pero los sensores no podían detectar la nieve, un problema frecuente en una ciudad donde las tormentas invernales a veces entierran las calles bajo metros de nieve, e informaban erróneamente de plazas libres cuando en realidad estaban cubiertas por la nieve.

Entonces las autoridades municipales intentaron instalar sensores en parquímetros, avisando a los conductores dónde estaban las plazas libres mediante una aplicación, e incluso recogiendo datos para elevar los precios de los parquímetros durante las horas punta cuando menos plazas había y así animar a los conductores a buscar otras opciones de transporte o aparcamiento. El equipo de Carter terminó incrementando los precios de los parquímetros permanente y uniformemente en toda la ciudad. Los precios más altos no solo llevaron a más conductores a caminar, ir en bici o coger el transporte público, sino que el dinero extra se utilizó para mejorar los servicios de autobús, lo que aportó más recursos a barrios con bajos ingresos que las mejoras de aparcamiento.

"Ya sea aplicando enfoques de baja o alta tecnología, para que la ciudad siga siendo inteligente las autoridades municipales necesitan reconsiderar continuamente sus opciones y detectar así oportunidades que permitan mejorar las vidas de los residentes", plantea Carter. Tomemos el ejemplo del programa de reparación de aceras. Caminar por las calles demostró ser una forma útil, si bien poco eficiente, de priorizar las necesidades de reparación. Pero el pasado año, el equipo de Carter descubrió que los teléfonos móviles de los peatones podían ser rastreados de forma anónima mientras se desplazaban por las calles y que los datos podían analizarse para identificar las rutas de aceras que más utilizaban los peatones en los diferentes barrios.

"Junto con otra información sobre las aceras, logramos predecir aún mejor dónde debían realizarse las reparaciones con mayor prioridad", concluye Carter. "Realmente siempre estamos buscando cualquier combinación de enfoques que resuelva cada problema de la mejor forma".